supliendo con su omnipotencia la acción propia del semen de varón a fin de que, desde el principio de la concepción, hubiese allí un embrión humano. (b) Por si fuese poca toda la terminología de Mt. 1:18–23 y Lc. 1:31–35, Gá. 4:4 nos dice que Dios envió a su Hijo, nacido de (gr. ek) mujer. Esto es, el Hijo de Dios, al encarnarse, no pasó a través de María, sino que fue engendrado de la propia sustancia de María. De lo contrario, no sería «consustancial» con nosotros (cf. He. 2:14–17). Para más
Page 206